Contra el estigma en salud mental: visibilizando la adversidad

La palabra “crisis” tiene una etimología que no siempre se corresponde con el significado que en nuestra cultura solemos dar a la misma. Deberíamos entender el concepto como el punto crucial y decisivo de una situación que altera de forma significativa el statu quo de una situación; y no tanto como el colapso o la degradación producida en el trascurso de la misma.

Esta mirada al lenguaje y su significado, aparentemente terminológica, no es, sin embargo, una cuestión baladí, por cuanto parece evidente que no adoptamos el mismo enfoque si analizamos el momento de crisis que podamos experimentar como ese punto en el que, esencialmente, observamos que algo se “rompe” o “separa” y hemos de gestionar adecuadamente el momento y decidir hacia ”dónde” tirar” y qué postura adoptar para suturar la herida surgida, que interpretar lo que nos ocurre como una suerte de colapso en el que nos sumimos y que va a representar, con seguridad, una empresa difícil de atender, administrar y tratar.

No es infrecuente encontrarnos en situaciones que nos parecen límite y que ponen de manifiesto que, tal vez sea necesario “parar máquinas”, reflexionar, pedir ayuda en su caso y reorientar el rumbo si es preciso. Y, probablemente, no actuemos con el referido patrón de respuesta si abrazamos la idea de que estamos ya en el fango y va a ser poco menos que imposible escapar de sus tentáculos. La opción primera nos sitúa en una perspectiva de construcción, sin duda, mucho más edificante, proactiva y propositiva.

La actual narrativa de la crisis de salud mental viene argumentando que la situación del siempre complejo balance bienestar-malestar psicológico ha empeorado de manera notoria en gran parte de la población en estos últimos años, mostrando un aparente descenso en la calidad de vida de las personas en lo que atañe y afecta a su estado de ánimo, autorregulación emocional, afrontamiento de la adversidad o manejo del estrés, entre otros indicadores.

Según el último Estudio1 Internacional del Grupo AXA sobre Salud y Bienestar Mental presentado por la Fundación AXA que recoge datos de 16 países en el mundo, con 16.000 encuestados de España, Italia, Francia, Reino Unido, Irlanda, Suiza, Bélgica, Turquía, Alemania, EEUU, México, Japón, China, Hong Kong, Filipinas y Tailandia, el 34% de los españoles reconoce que tiene problemas de salud mental.

Según esta investigación, el estrés sigue siendo elevado para buena parte de los ciudadanos españoles: el 62% se siente bastante estresado, el nivel más alto de los tres últimos años, frente al 54% de los franceses o el 49% de los japoneses. A los españoles, confiesan los encuestados, nos cuesta relajarnos y nos sentimos tristes cuando no podemos experimentar ningún sentimiento positivo en absoluto. Sobre las causas más frecuentes del malestar informado, es el sufrimiento psicológico general la más frecuente (34%), seguido de una situación financiera complicada (28%) y aislamiento social (25%). Sobre el uso de psicofármacos, un 16% de los españoles reconoce el consumo de ansiolíticos, somníferos y antidepresivos una vez a la semana, según los resultados del estudio.

Conclusiones de corte semejante pueden encontrarse, asimismo, en el Informe2 Anual del Sistema Nacional de Salud 2022 y en el Informe3 “La situación de la salud mental en España”, elaborado por la Confederación Salud Mental España y Fundación Mutua Madrileña, según el cual cuatro de cada diez españoles (39,3%) valoran de forma negativa su salud mental actual. El estudio se llevó a cabo en 2022 con la participación de más de 2.000 personas, tanto de la población en general como de aquellas que tienen o han tenido problemas de salud mental, así como de profesionales de la sanidad.

Así las cosas, lo cierto es que esta situación, digámoslo claro, se veía venir ya desde hace tiempo. No vivimos precisamente en un mundo amable. Las prisas, la autoexigencia, la acumulación de responsabilidades… Resulta obvio el posible papel de catalizador que la experiencia del confinamiento y los años de influjo de la pandemia han podido representar en los escenarios de impacto señalados. Pero, hemos de insistir, la salud mental de nuestra población, al menos en lo que afecta al ya citado balance de bienestar-malestar psicológico en el que podemos movernos según discurre nuestra vida, relaciones interpersonales, actividad laboral, etc., venía mostrando indicadores de quiebra y agrietamiento ya con anterioridad.

Sin perder de vista la capacidad de resistencia y restablecimiento del equilibrio (al menos a medio plazo) que, en general, el ser humano suele mostrar en contextos de especial vulnerabilidad por causas extremas sobrevenidas, el panorama que muestra la investigación basada en la autopercepción de las personas participantes en los estudios mencionados bosqueja un presente que debe movernos a actuar. Siempre en lo que atañe a las políticas y acciones de naturaleza preventiva y de intervención temprana, pero abundando especialmente en la promoción del bienestar psicológico y el autocuidado de la salud física y de la salud mental.

Resulta imprescindible la adopción de medidas que permitan visibilizar adecuadamente la necesidad de cuidar nuestra salud mental4 y de atender de forma temprana aquellas señales que muestran una degradación y desajuste psicológico continuado en nuestro día a día.

Administraciones, instituciones y organizaciones de índole diversa (entre otras, por supuesto, los Colegios Profesionales) deben habilitar y acondicionar los espacios, itinerarios y medidas que se estimen pertinentes, orientados a la generación de redes de apoyo, procedimientos sencillos y eficientes de solicitud de ayuda y acompañamiento, lucha contra el estigma y promoción del bienestar emocional y psicológico.

Incrementar los factores de protección, como las interacciones sociales positivas, la dignificación de las condiciones de trabajo, el cuidado del descanso, la actividad física mantenida y el desarrollo de las habilidades para la autorregulación emocional, el afrontamiento saludable de las dificultades y adversidades (con el apoyo social percibido) y la solicitud normalizada de ayuda en situaciones complejas suponen elementos imprescindibles para el incremento de la resiliencia y el fortalecimiento de las competencias emocionales esenciales para la vida cotidiana, en especial, en condiciones de estrés no infrecuentes.

  1. https://www.infocop.es/el-34-de-los-espanoles-reconoce-que-tiene-problemas-de-salud-mental/
    https://www.infocop.es/wp-content/uploads/2024/04/PAXA_SaludMental.pdf
    Consultar también “La salud mental en datos: prevalencia de los problemas de salud y consumo de psicofármacos y fármacos
    relacionados a partir de los registros clínicos de atención primaria”. Ministerio de Sanidad: https://www.sanidad.gob.es/estadEstudios/estadisticas/estadisticas/estMinisterio/SIAP/Salud_mental_datos.pdf ↩︎
  2. https://www.sanidad.gob.es/estadEstudios/estadisticas/sisInfSanSNS/tablasEstadisticas/InfAnualSNS2022/INFORME_ANUAL_2022.pdf ↩︎
  3. https://www.fundacionmutua.es/actualidad/noticias/macroestudio_salud_mental/ ↩︎
  4. 4 La OMS define la Salud Mental como es un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad. Es parte fundamental de la salud y el bienestar que sustenta nuestras capacidades individuales y colectivas para tomar decisiones, establecer relaciones y dar forma al mundo en el que vivimos. La salud mental es, además, un derecho humano fundamental. Y un elemento esencial para el desarrollo personal, comunitario y socioeconómico. ↩︎

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