«Agradezco la invitación al Ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid y en particular a José Ramón y Alfredo, organizadores de este III Congreso internacional sobre activos digitales y el sector financiero.
Estoy convencida de que a lo largo de las sesiones anteriores habrán tenido la oportunidad de debatir acerca de las implicaciones económicas y jurídicas que plantea este fenómeno que, en mi opinión, resultan prácticamente inagotables.
Este hecho demuestra hasta qué punto los criptoactivos y, sobre todo, la tecnología que los rodea está siendo una decisiva palanca de cambio para la industria financiera. En otras palabras, estos elementos novedosos están alterado el panorama de los servicios financieros tal como los hemos venido entendiendo para dar, así, un nuevo significado a la expresión “activo financiero”.
Obviamente, la profundidad de esta transformación no ha pasado desapercibida ni para los bancos centrales ni para el resto de las autoridades sectoriales quienes, desde hace años y por vías distintas, se están esforzando por comprender y, sobre todo, por desplegar, actuaciones que permitan alcanzar el siempre difícil equilibro entre protege adecuadamente a los usuarios; salvaguardar la estabilidad del mercado e intentar que no se coarte -en exceso- la capacidad de innovación. Y, todo ello, sin que se vea comprometida la seguridad.
Pero más allá de estos pensamientos generales, me gustaría dedicar estos minutos a tratar de complementar, mediante una serie de reflexiones personales, algunas de las ideas que seguro se habrán ido desgranando. Y quizás nada mejor que empezar por el tema que, en cierta medida, ha servido para vertebrar buena parte de las intervenciones.
Me estoy refiriendo, en concreto, al universo cripto y a su incuestionable protagonismo. Y todo ello, pese a que su elevada volatilidad ha ocasionado no pocas pérdidas a los inversores.
No cabe duda de que, en comparación con el sistema financiero formal global, los criptoactivos siguen teniendo un peso aún testimonial. Sin embargo, este hecho no ha supuesto que hayan dejado de despertar un interés creciente en una amplia gama de agentes económicos, incluyendo inversores institucionales. No es menos cierto, tampoco, que se nos avecina un futuro que puede bien ser muy distinto al mundo que todos conocemos.
Déjeme que trate de ilustrarlo por medio de un ejemplo.
Diversos estudios sitúan la cifra de la población adulta que, en algún momento, ha poseído criptoactivos en España entre el 6% y el 10%. Sin duda, es una cifra alejada de la tasa registrada en las economías emergentes e incluso se sitúa por detrás de la observada en algún país industrializado, como el caso de EEUU. Pero no por ello se trata de una cuota despreciable, sobre todo teniendo en cuenta que el interés por estos activos lleva observándose de manera continuada a lo largo de varios años.
En los últimos tiempos, hemos visto una diversificación significativa en las carteras de criptomonedas. Mientras que Bitcoin y Ethereum siguen siendo populares, muchos inversores están explorando otras opciones como Solana y Cardano. Esta tendencia refleja: 1. un mayor conocimiento y sofisticación entre los actores, quienes buscan diversificar sus inversiones para gestionar mejor el riesgo y 2. aprovechar nuevas oportunidades en el mercado de criptomonedas.
También se constata un cambio, por el momento anecdótico, pero progresivo, en cuanto al grado de aceptación de los criptoactivos como medio de pago. Así, por ejemplo, en zonas turísticas, como las islas Baleares o la Costa del Sol, se empieza a ofrecer la posibilidad de saldar las deudas por este medio.
Dicho esto, en términos de volumen, las cifras siguen siendo pequeñas.
Por ejemplo, el volumen medio diario de operaciones con critpoactivos (a nivel global) representa un 5% del volumen medio diario que procesa TARGET2, plataforma del Eurosistema para el procesamiento de grandes pagos en tiempo real entre bancos centrales y bancos comerciales. Adicionalmente, se estima que el tamaño de este mercado a nivel mundial está por debajo del 1% del sistema financiero formal.
Todo ello explica que hasta ahora las acciones de las autoridades se hayan basado fundamentalmente en comunicados y avisos sobre los riesgos acompañadas de iniciativas que tratan de asegurar que la publicidad que se hace de estos productos sea suficientemente clara en cuanto a sus características. Así, múltiples autoridades nacionales e internacionales han venido advirtiendo de los riesgos para la estabilidad financiera asociados a este ecosistema desregulado, principalmente si se convirtiera en un medio de ahorro sustituto de los depósitos bancarios o en un medio de pago relevante.
Adicionalmente, se ha venido prestando particular atención a los puntos de intersección entre el universo cripto y el sistema financiero formal.
Ello responde, fundamentalmente, al objetivo de reducir tanto los riesgos asociados a su posible uso fraudulento (por ejemplo, para blanquear dinero o facilitar la financiación del terrorismo) como los riesgos para la estabilidad financiera dadas las interconexiones con bancos ya puestas de manifiesto por las dificultades de algunos bancos de tamaño mediano de EE.U. en el primer trimestre de 2023.
El objetivo de mitigar riesgos justifica aquellas advertencias y las iniciativas regulatorias europea e internacional —reglamento MiCA y estándares prudenciales del Comité de Supervisión Bancaria de Basilea (BCBS, por sus siglas en inglés)—. No obstante, estas iniciativas no regulan este ecosistema de forma completa.
Con la implementación del Reglamento MiCA, se expande significativamente el marco normativo, dando un paso de gigante hacia la normalización de los criptoactivos. Conviene volver a recordar que MiCA se centra en regular su emisión, así como la prestación de ciertos servicios. Para ello establece un marco de obligaciones análogo al ya existente en otros ámbitos de la industria financiera y es ahí, donde a mi juicio, se esconde la clave:
– la existencia de un cuerpo de disposiciones que, en cierto modo asimila los criptoactivos a otros instrumentos financieros, puede suponer un coste significativo para la viabilidad de algunas de las propuestas que existen en la actualidad, pero también tiene el potencial de dinamizar la expansión y crecimiento de otras en el corto y medio plazo.
¿De la mano de quién, se preguntarán?
Probablemente, involucrando de forma más activa a las entidades financieras que ven, finalmente, despejadas las incertidumbres legales que hasta ahora suponían un indiscutible freno. Por tanto, no podemos descartar que, aunque la existencia de la regulación puede hacer poco viables algunas iniciativas, al mismo tiempo, de modo gradual empiecen a llegar a la UE un elenco de propuestas de valor que reproduzca aquello que ya es familiar en otras jurisdicciones.
No obstante, pese a la existencia de un apetito por aprovechar sus oportunidades, el sector bancario no ignora los desafíos y riesgos que hay detrás de los criptoactivos. De hecho, ha comenzado a explorar en paralelo, otros caminos que le permitan conciliar las ventajas de la tecnología subyacente, pero aplicado a instrumentos más conocidos, confiables y plenamente consolidados.
En este sentido, las entidades se están mostrando muy abiertas a tokenizar formas clásicas de dinero como, los depósitos bancarios y su evolución hacia entornos blockchain.
Este proceso trata de conseguir que estas formas tradicionales de dinero evolucionen y se adapten en su papel como activos de liquidación en el nuevo mundo digital.
Aunque la tokenización en el sector financiero va más allá del ámbito estrictamente monetario, no voy a entrar en estos aspectos y en su lugar preferiría centrarme en un concepto innovador que pretende rediseñar el ecosistema financiero actual aprovechando el entorno nuevo adaptado a las posibilidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías.
Me refiero a la idea de Finternet, acuñada hace poco más de un año por el Banco Internacional de Pagos de Basilea (BIS). Este concepto describe sistema financiero como una red de ecosistemas digitales interconectados, similar a lo que hoy conocemos como Internet.
Bajo esta premisa, Finternet permitiría movilizar activos digitales a escala mundial de forma eficiente, ágil y segura, ofreciendo, a empresas y consumidores, la posibilidad de transferir cualquier tipo de activo, en cualquier momento, a cualquier destinatario del mundo, desde cualquier dispositivo y de manera inmediata.
Para que Finternet sea una realidad, necesita apoyarse en una serie de pilares fundamentales. Entre ellos destaca el dinero y los activos tokenizados, así como un conjunto de plataformas técnicas programables, denominadas unified ledgers.
Éstas serían las que soportarían los intercambios de los activos digitales y, para maximizar sus beneficios, deberían ser plenamente interoperables entre sí y estar conectadas con las infraestructuras actuales que canalizan el tráfico de pagos y valores.
Obviamente, el mapa financiero debería completarse con un marco regulatorio y supervisor que proporcione salvaguardas similares a las existentes. también es esencial contar con una serie de cimientos de carácter transversal como pudieran ser, por ejemplo, servicios de identificación electrónica, aplicaciones de front-end, gestores de consentimientos y otros servicios similares.
Más allá de proporcionar unos servicios financieros más accesibles, ágiles y eficientes gracias a la automatización de las transacciones y la operativa 24/7, una realidad como la que describe Finternet permitiría reducir significativamente los riesgos financieros al posibilitar una liquidación atómica e instantánea. Adicionalmente, proporcionaría una plataforma sobre la que desarrollar casos de uso hasta ahora inviables.
Para dar forma a este concepto, bancos centrales y más de 40 bancos comerciales de siete jurisdicciones han comenzado a colaborar en un proyecto experimental denominado Agorà. En los próximos meses, esta iniciativa se centrará en el desarrollo de un prototipo técnico que permitirá probar en qué medida las plataformas integradas pueden ofrecer mejoras de eficiencia a la hora de ejecutar pagos transfronterizos. Además, Agorà arrojará luz acerca de cuáles son las principales fricciones que podrían impedir estas mejoras.
Dejando a un lado este esfuerzo global, en una charla como ésta me veo también en la obligación de reservar un espacio para hablar de lo que estamos haciendo en Europa.
Sin duda, el euro digital es lo primero que a todos nos viene a la mente.
Quisiera subrayar la importancia que tiene esta fase de preparación que se extiende hasta octubre de 2025, para el éxito final del proyecto. Es ahora cuando deben cerrarse los detalles finales acerca de su diseño y avanzar en la selección de aquellos socios y proveedores que eventualmente se encargarían del despliegue de sus componentes básicas.
También es el momento de definir el marco metodológico que, de forma objetiva y transparente, nos permitirá determinar los umbrales máximos de tenencia. Y junto con los colegisladores, debemos resolver las incertidumbres existentes acerca del modelo de compensación que aplicará al euro digital.
Además, ha llegado el momento de intensificar los esfuerzos de comunicación con todos los actores del mercado y, especialmente, con el público en general. Es fundamental realizar pruebas y experimentos para asegurar que el euro digital cumpla con los requisitos del Eurosistema y las necesidades de los usuarios. Debemos ser claros acerca de los beneficios que este nuevo medio de pago aportará y cómo su diseño y operativa se prevé responderían a las preferencias y necesidades de los diferentes colectivos.
En paralelo al euro digital, el Eurosistema está analizando cómo podrían evolucionar las infraestructuras del mercado financiero con la finalidad de atender al creciente interés en el uso de la tecnología de los registros distribuidos (DLT) para la liquidación de la operativa procedente de los mercados financieros mayoristas. Así, en colaboración con participantes del mercado financiero y con operadores de plataformas DLT, se ha puesto en marcha un programa exploratorio para evaluar las ventajas y desafíos de diferentes soluciones y hacerlas interoperables con los sistemas preexistentes.
Este esfuerzo busca investigar cómo la tecnología DLT puede mejorar la eficiencia, seguridad y transparencia del sistema financiero europeo garantizando, a su vez, que el dinero de banco central sigue actuando como ancla fundamental en la liquidación final de las operaciones de los mercados financieros.
Estamos en un momento crucial para definir el futuro del euro digital y las infraestructuras financieras en Europa. La colaboración y la comunicación efectiva serán clave para asegurar que estas innovaciones cumplan con sus promesas y beneficien a todos los actores involucrados.
Para terminar, y por su importante papel transformador para el conjunto del sistema financiero, desearía decir unas breves palabras acerca de dos tecnologías que cada vez tienen una mayor presencia en esta industria.
En primer lugar, la inteligencia artificial que, gracias a la irrupción de los modelos fundacionales, como GPT-3 y BERT, ha pasado de ser una herramienta de uso gradual y controlado a tener una huella generalizada a todos los niveles y en múltiples sectores.
Este fenómeno plantea oportunidades y desafíos en igual medida y, por tanto, reclama de una hoja de ruta adecuada que sea capaz de equilibrar ambas fuerzas. Sólo así se podrá asegurar que la misma termina por usarse de manera ética y sin que comprometa los avances que hemos logrado en décadas pasadas a través de la regulación y supervisión del sector financiero.
En este sentido, además de contar con un marco legal sólido, como el que propone el reglamento europeo de IA, es necesario que las autoridades financieras redoblen esfuerzos en varios frentes. Por supuesto, recopilando datos precisos sobre la adopción de la inteligencia artificial para monitorear así sus efectos. Pero, también, acomodando el marco supervisor a esta nueva realidad, lo que incluye comenzar a explotar directamente este tipo herramientas en las competencias de las autoridades.
Recuerdo aquí una reciente intervención del Gobernador del Banco de España quien subrayó la importancia de aclarar el marco regulatorio de la IA de modo que las entidades puedan avanzar en su implementación de manera ética y segura y, así, aprovechar la posición favorable que tienen en la actualidad.
Adicionalmente, el Gobernador insistió en la urgencia de definir el rol del Banco de España como Autoridad de Vigilancia del Mercado sectorial, así como en la necesidad de desarrollar una hoja de ruta que permita que esta institución pueda mejorar su capacidad de análisis y predicción, así como su eficiencia operativa interna.
En segundo lugar, me gustaría destacar el creciente desafío práctico que la computación cuántica representa para el sector financiero. Esta tecnología promete mejorar significativamente los análisis de riesgos, optimizar las carteras de inversión y acelerar la simulación de escenarios financieros, permitiendo a las instituciones financieras tomar decisiones mejor informadas en contextos cada vez más complejos.
Sin embargo, el principal motivo de preocupación radica en sus implicaciones potenciales para la seguridad cibernética. La capacidad de procesamiento superior de las computadoras cuánticas podría descomponer rápidamente los algoritmos criptográficos actuales, lo que representa una amenaza significativa para la seguridad de los datos financieros. La criptografía moderna, basada en problemas matemáticos complejos como la factorización de grandes números, se volvería vulnerable con el desarrollo de computadoras cuánticas funcionales a gran escala.
Este riesgo no debe ser considerado únicamente como una posibilidad futura a la espera de que la tecnología alcance algún día el nivel de madurez necesario. Por el contrario, constituye una amenaza inminente ya que actores potencialmente malintencionados podrían estar recolectando grandes cantidades de datos cifrados con la intención de descifrarlos tan pronto como sea posible.
Ante este escenario, algunas entidades privadas y bancos centrales hemos empezado a diseñar lo que se conoce como la transición hacia la criptografía post-cuántica. Ello implica el despliegue de una nueva generación de algoritmos diseñados para ser resistentes a los ataques cuánticos. Naturalmente, la adopción de estos sistemas es un reto complejo y costoso que implica la delimitación de una hoja de ruta suficientemente ambiciosa que permita tanto la actualización de infraestructuras tecnológicas como la revisión exhaustiva de los marcos regulatorios de ciberseguridad.
Al igual que ocurre en el caso de la inteligencia artificial muchos de estos retos no solo afectan al sector financiero sino que además tienen una importante dimensión internacional.
Sin embargo, esto no debe ser óbice para que aumentemos la concienciación sobre los riesgos inherentes a estas nuevas tecnologías, para que en su futuro despliegue podamos disfrutar de manera segura de todo su potencial.
Muchas gracias, otra vez, al Ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid. José Ramón, Alfredo: enhorabuena.»